Cumplimos con todo.
Damos el 110%.
Y sin embargo, sentimos que no alcanza.
No desde afuera —sino en ese rincón silencioso que nadie ve.
Es como si hubiera una voz interna que no se detiene.
Una que nos exige, incluso cuando ya hicimos todo.
¿Te suena?
Esa sensación de no poder bajar el ritmo.
De estar siempre pensando en lo que falta.
De sentir culpa cuando descansás, y ansiedad cuando no.
Así se siente la autoexigencia.
Y no, no es lo mismo que tener estándares altos.
La excelencia inspira.
La exigencia agota.
Y hay algo más difícil aún:
el miedo a soltarla.
Porque, ¿qué pasa si dejo de exigirme?
¿Y si me vuelvo alguien que no cumple?
¿Y si pierdo lo que logré?
Ese miedo está más presente de lo que creemos.
Y sin darnos cuenta, nos acostumbramos a funcionar desde la presión, como si fuera la única forma de sostener todo.
Pero no lo es.
Y no tiene por qué seguir siéndolo.
Hoy quiero abrir esta conversación, para decirte que sé cómo te sentís y que no sos la única que se siente así.
De verdad, llegó el momento de empezar a desarmar esa trampa en la que aprendimos a funcionar.
No se trata de “hacer menos”.
Se trata de hacer desde otro lugar.
Uno donde puedas recuperar la calma, la alegría y tu claridad.
En este primer video de la serie de autoexigencia, te cuento cómo distinguir exigencia de excelencia y te comparto prácticas concretas para empezar a transformar tu manera de exigirte —sin perder lo mejor de vos.💡
Es un video corto y con contenido de mucho valor!
Si estás atravesando una etapa de cambio o sentís que tu mente no se apaga nunca, te va a resonar.
Me encantaría que lo veas, y si algo te hace clic, que me lo cuentes en los comentarios.
Con cariño,
Sharon